martes, 9 de diciembre de 2008

Me niego a seguir corriendo

La vida es un túnel con la puerta abierta al final. Yo siento que hay un jardín al final, o un hermoso bosque. Me imagino el sol, cálido, y el cielo con nubes que dan sombra a ratos. Siento el pasto verde, húmedo, suave. Incluso respiro el aire fresco y puro.

El túnel es blanco, incorpóreo y lejano. Dentro de él no hay suelo, paredes ni techo. Entiendo al túnel gracias a mi imaginación; en él no hay lógica ni leyes. El túnel es incomprensible.

Por eso le decía a Ignacio que ya lo sabemos todo al nacer. O a Inés, que podemos recordar el futuro. Todo es válido dentro del túnel, porque él no tiene límites. Sólo nuestra mente y lo que pensamos de él y de la puerta abierta al final es lo que puede ayudarnos a no perder la esperanza.

El túnel también es paz. No hay paz detrás de la puerta; no hay paz en nuestra mente, sólo hay paz en el túnel, en el ahora. Lo demás es distorsión de la realidad. Nosotros somos los intrusos, el túnel es Dios, el túnel lo es todo. El final del túnel es la carnada que creó la vida para sostenerse, para sostenernos.

Me niego a seguir corriendo por el túnel.
Me niego a cambiar al túnel.
Quiero sentarme y olvidarlo todo, cerrar mis ojos y abrazarme.
Mi realidad, lo que interpreto que es el túnel y el jardín idílico, puedo modificarla día a día, y día a día me modifica.
¿Para qué luchar? ¿!Para qué correr?!
La verdad cambia cada vez que me muevo y yo quiero que me cambie y me mueva a mí.
No quiero encontrar la verdad, quiero que ella me encuentre a mí.
Será mejor quedarme quieto y en paz.

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