martes, 30 de octubre de 2007

Tres arañas





tres arañas
siempre unidas
al ojo
de la luna
al vivo caer
de las estrellas






una es sombra
otra es vida
otra es fantasía

una es muerte
otra es luz
otra es fantasía






tres arañas
siempre unidas
por la tela
del que mira



teje
laraña
tela












caen
escarabajo
y libélula

Un día más

Ayer conocí a Federico Catalano, un editor. Él es argentino pero ha vivido mucho tiempo en México. Dice que no le gusta Argentina para vivir, prefiere extrañarla. Un hijo suyo vive en Francia y otro en México. Trabaja en una editorial donde publican libros-regalo, se llama Vergara & Riba Editoras. Me ofreció trabajo como corrector de estilo. Me dijo cómo entrarle al mundo editorial. Necesito revisar los catálogos de las editoriales, escribir algo que pueda interesarles e ir a venderlo. De pronto, ventas se junta con la escritura. Sin embargo, me gusta esta opción. Es como tener un producto y venderlo, ser artesano y distribuidor. Voy a ponerme las pilas. Ya me estoy hartando por no tener nada fijo.

Me estoy obsesionando con esto del trabajo, me pongo a pensar que todo el mundo tiene trabajo menos yo, que soy un huevón... Pero seré más positivo. Si lo pienso y me quito las ansias me doy cuenta que ando contento, apenas llevo un mes acá. Estoy feliz de estar cerca de Paola, de Lila, de mi sisterna, de mis jefes. Estar en México me inspira, estoy teniendo mucho tiempo para pensar y para escribir. Estoy editando la revista de la oficina de mi jefe, con la que estoy aprendiendo mucho, y que me servirá de currículum.

No he ido mucho al teatro. Fui a ver Defendiendo al Cavernícola. Como obra no vale demasiado pero es increíble cómo le llega al público...

Hoy me fui a andar en bici con Lila, a Chapultepec, está agusto, según que vamos a hacerlo todos los martes y los jueves por la mañana, estuvo rico. Luego desayunamos jugo de naranja y zanahoria en su casa.

lunes, 29 de octubre de 2007

Un collache de un amigazo

Acá el Bora, un místico, me hizo este collache. Mencantó y lo posteo pa' que lo vea la gente.

Bora, un abrazo, gracias manito.

http://flickr.com/photos/shrimaitreya/

Devuelta decuatza















Me fui a Coatzacoalcos este fin de semana. Unos primos viven ahí y nos invitaron al festival Mosaico de Culturas. Cantó el coro del Colegio Alemán.

Estuvo muy agusto.

Si quieren que les cuente más, háblenme por teléfono.

Me pasó algo que hacía muchos tiempos no me pasaba. En el concierto del coro me vinieron dos ideas. La primera sobre una adaptación que estoy escribiendo, basada en la adaptación de Yukio Mishima, La mujer del abanico. Una obra de Teatro Noh.

Ya tenía el esqueleto visual, varias páginas escritas, sin diálogo. Tenía la estructura visual-espacial. Cómo lo veía en el escenario, casi como un cuaderno de dirección. Como decía, no había escrito diálogos, cuando quise hacerlo, me encontré sin conflicto, sin personajes, sin caracteres. Estuve dándole vueltas y no encontraba la solución. Una video-artista graba, a todas horas, a una mujer que espera con un abanico la llegada de su prometido, con quien intercambió el abanico que lleva, y que será el objeto de identificación cuando se reencuentren. ¿Por qué la graba? ¿Qué desea? ¿Qué la mueve? Pensé que estaba enamorada de la otra, que por eso la grababa. Pero no me convenció. No encontré respuesta. La siguiente pregunta, ¿por qué quería conocer a la que había estado grabando? ¿Qué conseguiría con ello?

Me gustaba la idea de que Jitsuko, la videoartista, creara una Hanako, la mujer del abanico, más real dentro de las grabaciones que la Hanako real. Me imagino ahora que, por ejemplo, todos los libros de Historia, crean una imagen más real de nuestro mundo contemporáneo que el mundo contemporáneo en sí. Algo por el estilo. Entonces Hanako se concebiría a sí misma mejor, a través de los videos. En la obra original de Mishima, Jitsuko es una pintora obsesionada con Hanako, tiene un sentimiento de posesión profundo, y ha hecho hasta lo imposible porque no se reencuentre con su amado.

Entonces.

Mientras escuchaba al Coro del Colegio Alemán, me vinieron unas imágenes, unos pensamientos claros. Necesitaba situaciones concretas, concisas. Un monólogo de Jitsuko explicándonos su versión, un encuentro entre Hanako y Jitsuko, el encuentro entre Hanako y su amante. Así la escribió, más o menos, Mishima. Lo que yo cambié fue la inmediatez. Todo sucede la misma noche, o al menos el mismo día. ¿Qué gané con esto? La desesperación, mis personajes actúan por desesperación y urgencia. ¿Qué tipo de desesperación? Pérdida del suelo. Jitsuko deja de filmarla para encontrarse con ella. Hanako, se accidenta, y permite a una extraña, que sabe todo de ella, cuidarla y entrar a su casa. Hanako se encuentra con Yoshio, y no lo reconoce.

Concreté las acciones a lo mínimo, al menos eso intenté. Fui desde afuera hacia dentro. De lo general a lo particular. ¿Qué me permitió esto? Tener material prima para escribir los diálogos, ahora los personajes hablarán, tienen razones para hacerlo.

Mi próximo problema es que tanto la obra de Mishima como el teatro Noh, son retóricos. Hablan un huevo, cuentan un chingo. Yo me siento atado, porque me gustaría no hacerlo, encontrar situaciones dramáticas dialécticas, pero no puedo. De alguna forma el destino de los personajes es mayor que sus encuentros, que sus conflictos... no sé si me explico bien. La cuestión es que voy a experimentar hacia mi lado Trini. Personajes que hablan poéticamente, retóricamente, y que nos llenan de imágenes. Esta obra tendrá videos, creo, según me dijo el director que me la encargó, entonces tenemos espacio para esto. Espacio y tiempo para dejar que los personajes hablen, para crear atmósfera, ritmo, poesía dramática.

Espero poder lograrlo.

La otra idea que me vino en el concierto fue una obra de maltrato que he tenido en la cabeza desde hace dos o tres años... no sé cómo resolverla, pero está ahí, detrás de mí.

Por ahora eso es todo. Quería dejar escrito esto porque me encantó haberme inspirado en un concierto de música. El arte se alimenta del arte.

Les dejo una foto del concierto.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Refrescando

Voy a escribir más seguido. Hace rato que no entro y tengo muchas cosas qué contar. Hoy me encontré con el buen Borayín y me animó a entrarle a una página en donde se ponen a hacer tareas artísticas. Collages, textos, etcéteras.

Pongo el link y vuelvo pronto. No me pierdo, nomás que ando disperso.

www.flickr.com/groups/latarea

También estoy viendo lo de la página dramae hice un blog

www.dramae.blogspot.com

Pero todavía no hay nada puesto. Quisiera comprar el dominio y meter a la camaleón ahí dentro, y otros proyectos. Estoy disperso...

Ni he tomado fotos casi, ni video, ni nada... pero ahí va la vida felizmente avanzando.

De acá me despido.

lunes, 8 de octubre de 2007

Die Dreigroschenoper

Die Dreigroschenoper

Bertolt Brecht

Dirección: Robert Wilson

Berliner Ensemble 28.09.07

Dirección, Escenografía, Luces: Robert Wilson
Vestuario: Jacques Reynaud
Dirección Musical: Hans-Jörn Brandenburg, Stefan Rager
Dramaturgia: Anika Bárdos, Jutta Ferbers
Luces: Andreas Fuchs

Con: Christina Drechsler, Anke Engelsmann, Ruth Glöss, Traute Hoess, Franziska Junge, Marina Senckel, Gitte Reppin, Gabriele Völsch, Angela Winkler; Heinrich Buttchereit, Jürgen Holtz, Boris Jacoby, Roman Kaminski, Stefan Kurt, Christopher Nell, Walter Schmidinger, Martin Schneider, Konrad Singer, Jörg Thieme, Georgios Tsivanoglou, Axel Werner, Mathias Znidarec

La famosa Ópera de los cuatro cuartos es una de las primeras obras de éxito que escribió Bertolt Brecht. La hizo junto al genio musical Kurt Weil. Fue escrita en el año …, entre las dos guerras. Se estrenó en Alemania bajo la dirección de Piscator. Se dice que el público en el estreno, al comenzar la obra, no se movía, no aplaudía, no se reía, simplemente miraba atónito. Nadie había visto algo igual, comenzaba la carrera de uno de los más influyentes hombres de teatro del S. XX con su particular visión del teatro y la política.

Robert Wilson, por otro lado, es uno uno de los más famosos directores de la escena contemporánea. No es común en su estilo trabajar tan rígidamente como en esta ocasión. No le dejaron modificar el texto ni la música, por lo que su trabajo se ciñó a la dirección de actores y a la puesta en escena.

Esta fue la primer obra dirigida por Wilson que veo. Me pareció sorprendente cuánto expresa con medios tan simples, que no pobres. En esta obra, por ejemplo, usó únicamente las tonalidades azul, rojo, blanco y negro. Los personajes iban de negro y blanco. Jugó constantemente con delgadas líneas de luz que constrastaban con el fondo negro, con ellas creó todos los espacios de la obra. Las escenas sucedían en la corbata, a telón cerrado, o dentro del escenario. El espacio sonoro también fue determinante: sonidos de puertas o de cortinas inexistentes, pasos, golpes, etc. Ahí faltó una mayor coordinación entre los técnicos de sonido y los actores. Las acciones no siempre correspondían al sonido que tenían asignados.

Las caras blancas, los gestos grandilocuentes y las muecas expresivas tan comunes en la dirección de Robert Wilson, acompañan la estética del grotesco y la influencia del cabaret hayada en el texto y la música. Los actores, por su parte, lograron emocionar al público en diferentes ocasiones. En especial Angela Twinkler en el papel de Spukeljenny y Jürgen Holts como Peachum, también Stefan Kurt en el papel de Mackie Messer. Yo quisiera remarcar la interpretación de Christina Drechsler en el papel de Polly, el público fue muy frío con ella pero, a mi parecer, fue la que mejor llevó a escena la práctica de Robert Wilson. Él mismo, durante la plática que dio el pasado sábado, alabó la técnica de la actriz.

Este fue el dilema de la puesta en escena. La obra de Brecht y Weil es muy conocida por el público berlinés y la estética del mismo responde a una forma teatral arraigada en la cultura alemana. Cuando Wilson la lleva a escena, sin poder cambiar texto ni música, la obra cabalga sobre dos lomos, no hay una homogeneidad entre lo que escuchamos y lo que vemos. El público y el texto piden una cosa, Wilson nos da otra. Por no haberse hecho una adaptación del texto, fue imposible conseguir un diálogo entre éste y la puesta en escena de vanguardia.

Yo no podría decidir entre uno y otro, y mucho menos cuestionaré el trabajo que vi. Lo más sorprendente es la tensión de ambos genios. La obra de Brecht tiene algunos fallos en ritmo y construcción que el autor en sus obras posteriores corrigió con maestría. La dirección de Robert Wilson es fascinante, especialmente para el que lo mira por primera vez. El experimento fue un éxito, aunque algunos críticos fueran duros con él. La obra funciona y el público, durante casi tres horas, se mantuvo con el culo en el asiento y la mirada en la escena.

Brecht luchó por una sociedad más justa e igualitaria, condenando siempre la desigualidad y los abusos de poder. Su teatro era más que una simple propuesta estética. En Robert Wilson, y en la visión contemporánea del Berliner Ensemble, se ha perdido por completo esta lucha. Hoy en día los artistas luchamos más por sobrevivir económicamente que por una causa social. Nuestra causa es el Arte, l’art pour l’art. ¿Es válido? Lorca, otra noble figura, no pensaba así. Me entristeció darme cuenta de ello en esta obra y espero que vuelvan los grandes artistas que renovaron el arte y a la sociedad de su tiempo, preocupándose más por aquello que decían y no por la forma en la que lo decían.