lunes, 29 de octubre de 2007

Devuelta decuatza















Me fui a Coatzacoalcos este fin de semana. Unos primos viven ahí y nos invitaron al festival Mosaico de Culturas. Cantó el coro del Colegio Alemán.

Estuvo muy agusto.

Si quieren que les cuente más, háblenme por teléfono.

Me pasó algo que hacía muchos tiempos no me pasaba. En el concierto del coro me vinieron dos ideas. La primera sobre una adaptación que estoy escribiendo, basada en la adaptación de Yukio Mishima, La mujer del abanico. Una obra de Teatro Noh.

Ya tenía el esqueleto visual, varias páginas escritas, sin diálogo. Tenía la estructura visual-espacial. Cómo lo veía en el escenario, casi como un cuaderno de dirección. Como decía, no había escrito diálogos, cuando quise hacerlo, me encontré sin conflicto, sin personajes, sin caracteres. Estuve dándole vueltas y no encontraba la solución. Una video-artista graba, a todas horas, a una mujer que espera con un abanico la llegada de su prometido, con quien intercambió el abanico que lleva, y que será el objeto de identificación cuando se reencuentren. ¿Por qué la graba? ¿Qué desea? ¿Qué la mueve? Pensé que estaba enamorada de la otra, que por eso la grababa. Pero no me convenció. No encontré respuesta. La siguiente pregunta, ¿por qué quería conocer a la que había estado grabando? ¿Qué conseguiría con ello?

Me gustaba la idea de que Jitsuko, la videoartista, creara una Hanako, la mujer del abanico, más real dentro de las grabaciones que la Hanako real. Me imagino ahora que, por ejemplo, todos los libros de Historia, crean una imagen más real de nuestro mundo contemporáneo que el mundo contemporáneo en sí. Algo por el estilo. Entonces Hanako se concebiría a sí misma mejor, a través de los videos. En la obra original de Mishima, Jitsuko es una pintora obsesionada con Hanako, tiene un sentimiento de posesión profundo, y ha hecho hasta lo imposible porque no se reencuentre con su amado.

Entonces.

Mientras escuchaba al Coro del Colegio Alemán, me vinieron unas imágenes, unos pensamientos claros. Necesitaba situaciones concretas, concisas. Un monólogo de Jitsuko explicándonos su versión, un encuentro entre Hanako y Jitsuko, el encuentro entre Hanako y su amante. Así la escribió, más o menos, Mishima. Lo que yo cambié fue la inmediatez. Todo sucede la misma noche, o al menos el mismo día. ¿Qué gané con esto? La desesperación, mis personajes actúan por desesperación y urgencia. ¿Qué tipo de desesperación? Pérdida del suelo. Jitsuko deja de filmarla para encontrarse con ella. Hanako, se accidenta, y permite a una extraña, que sabe todo de ella, cuidarla y entrar a su casa. Hanako se encuentra con Yoshio, y no lo reconoce.

Concreté las acciones a lo mínimo, al menos eso intenté. Fui desde afuera hacia dentro. De lo general a lo particular. ¿Qué me permitió esto? Tener material prima para escribir los diálogos, ahora los personajes hablarán, tienen razones para hacerlo.

Mi próximo problema es que tanto la obra de Mishima como el teatro Noh, son retóricos. Hablan un huevo, cuentan un chingo. Yo me siento atado, porque me gustaría no hacerlo, encontrar situaciones dramáticas dialécticas, pero no puedo. De alguna forma el destino de los personajes es mayor que sus encuentros, que sus conflictos... no sé si me explico bien. La cuestión es que voy a experimentar hacia mi lado Trini. Personajes que hablan poéticamente, retóricamente, y que nos llenan de imágenes. Esta obra tendrá videos, creo, según me dijo el director que me la encargó, entonces tenemos espacio para esto. Espacio y tiempo para dejar que los personajes hablen, para crear atmósfera, ritmo, poesía dramática.

Espero poder lograrlo.

La otra idea que me vino en el concierto fue una obra de maltrato que he tenido en la cabeza desde hace dos o tres años... no sé cómo resolverla, pero está ahí, detrás de mí.

Por ahora eso es todo. Quería dejar escrito esto porque me encantó haberme inspirado en un concierto de música. El arte se alimenta del arte.

Les dejo una foto del concierto.

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