lunes, 22 de junio de 2009

Vuelve

La mesa de madera sigue intacta, no le he quitado el polvo desde la última vez que te besé. Tus ojos, la imagen de tus ojos, el recuerdo de tus ojos, esa turbia sensación de tus ojos, sigue ahí, penetrando mi guata. Es verdad, acepto que nos separamos dignamente aquella vez, nada había que hacer. Tú viniste unos días, unas horas más bien, nos conocimos un poco más, nos acercamos un poco más, reímos, caminamos, nos olimos los cuellos y el pelo, como perros, ¿te acuerdas? como guacamayas, me decías y yo no entendía nada. Apretamos el tiempo, lo escurrimos en casa de poeta, en su sala, en su biblioteca, ahí nació el tiempo, más bien, antes era espacio, silencio, nada. En ese cuarto dibujamos una sensación firme, no más recuerdos, no más imágenes ni visiones, una sensación, un sabor de boca dulce, de ojos entrecerrados y nariz abierta.

Nada del resto me importa. Paso de ahí hacia aquí, cuando escucho por teléfono una noticia rabiante. Vuelves con él. Vuelves a él. ¿Y yo? Muchas gracias, dónde quedo, y la casa del poeta, y los minutos al teléfono y la vuelta, la promesa de volver. ¿Dónde queda? Ya, no sabes ni dónde quedas tú, ¿cómo preguntarte dónde quedo yo? Sé que te importo, aunque igual, no puedes con tu vida, no puedo importarte. Si hablo como tú, si pensara como tú te diría: ¿qué chingados haces, cabrona, enamorándome, si ni tu vida puedes agarrar entre tus manos? ¿qué chingados, haces, cabrón, me dirías, enamorándote de mí? Lo sé, lo dirías, porque todo es justo en tu mente, si alguien baja, el otro sube, el equilibrio natural. Todo el que pega paga, y el que paga pega. Y pura mamada así me dirías, lo sé y más rabia me da ese universo de metal que fundo en mi fuego y renace, con otra forma, fuerte, sin cambiar.

Nada del resto me importa, te decía, paso de ahí, hacia aquí. Y te digo: vuelve. Vuelve, una vez más. Sólo por quitarme las ganas de verte, por ponerle cara a tus ojos, al recuerdo borroso de tu mirada. Vuelve, ven, olvídate de él, igual, ya no estás con él, vuelve. Olvidé llevarte al bosque, caminar largo y subir hasta que el aire se hace liviano y se abre ante los ojos un lago en el cráter del volcán. Un respiro fresco, podríamos pescar, dicen, hay peces en el lago, es frío, igual viven ahí, blancos, ciegos tal vez. Nunca fuimos a la playa, a tirarnos al sol, tomados de la mano para que no se calcinen nuestras palmas. Nunca nos metimos al mar, ni buceamos en busca de estrellas de mar, las hay, lo juro, no se necesita aguantar mucho tiempo el aire, son diez, quince metros a lo máximo y las puedes tomar y subirlas y dejarlas caer de nuevo, acompañándolas. ¿Algunas vez has dejado caer una estrella en el mar? Nunca fuimos al teatro, ni al cine, ni solos a un parque. Nunca jugamos cartas ni me leíste el tarot.

Aunque sea una última vez, para olvidar las demás. Si no es el mar es la montaña o la ciudad, pero aunque sea una última vez. Olvida tu corazón un momento, olvida tu mente, libérate, olvida que lo querías también a él, que lo quisiste. Olvida que me conociste, olvídalo todo y vivamos, una vez, estar juntos.

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