lunes, 24 de septiembre de 2007

Nord


Nord

Eine Grandguignolade nach Céline von Frank Castorf

Con: Annekathrin Bürger, Marc Hosemann, Irina Kastrinidis, Young-Shin Kim, Michael Klobe, Sir Henry, Milan Peschel, Lore Richter, Silvia Rieger, Lars Rudolph, Bernhard Schütz, Matthias Schweighöfer, Norbert Stöß, Herman Herrmann (Gitarre, Mandoline), Boris Jöns (Mandoline) und Ole Wulfers (Gitarre, Mandoline)

Dirección: Frank Castorf
Escenenografía y vestuario: Bert Neumann
Dramaturgia: Dunja Arnaszus

Por fin fui a la Volksbühne. A mi pesar, fui por fin a la Volksbühne. Tenía mucha ilusión por ver una obra de Castorf, especialmente en ese teatro. El ambiente que se vive dentro de él es muy especial. Es un teatro del Este, como el Berliner Ensemble. Siempre estuvo comprometido con el pueblo, con su lucha, con sus intereses. Se dice que las entradas han sido siempre las más baratas, lo fueron.

Me pidieron el carné de prensa. Con larga cara de vergüenza dije: No tengo, aquí el carné de mi escuela. La revista es la de la escuela. La encargada de prensa me miró con desconfianza y me dijo OK mientras me daba las entradas y un librito-programa de la obra.

La obra no me gustó en lo absoluto. Como en Moliére, todo fueron gritos y grandes gestos: Eine Grandguignolade. Los personajes estaban tratados desde una interpretación expresionista, grotesca. No existía profundidad en esta obra. Todo era una enorme forma sin fondo. ¡BAH! Aburrido.

Los actores poco valiosos. Muy planos y poco creativos. Demasiado repetitivos. Uno, tralalá, el de más pequeños papeles pero con gran experiencia sí logró hacer reír en más de una ocasión y recibió merecidamente bravos al final de la obra,

Alrededor de la escena, funcionando como bambalinas, unas enormes tiras de plástico gris-plateado de unos 2-3 metros de ancho, que nacían en el techo y morían en el suelo. Estaban unidos por una frase: Die another day. No me pregunten por qué.

En medio de escena un enorme vagón de tren que sirvió como espacio múltiple: como vagón, como casa, como almacén de utilería, como lugar de fiesta. Este fue el signo mejor logrado de la obra. Nos hablaba del tiempo de la guerra, del tránsito, del viaje. Todo ello en la obra de Céline.

Todavía más triste fue la banda musical. Copiando las películas de Kusturica, una banda acompañaba a los personajes, salía y entraba de escena. La banda era buena, al igual que la música, pero muy poco original la decisión del director.

Algunas personas se salieron. La mayoría aplaudió con emoción. Los actores salieron tres o cuatro veces a recibir las ovaciones. Me gustará leer otras críticas.

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