viernes, 7 de septiembre de 2007

Stoning Mary

de Debbie Tucker Green
traducida al aleman por Anja Hilling
dirigida por Benedict Andrews


© Matthias Horn

Estoy sentado en mi butaca. Veo cuatro micrófonos entre el público y la escena. Detrás de ellos hay sillas ordenadas por grupos de dos, tres o cuatro. El suelo está cubierto de goma negra, todo el espacio huele a plástico.

Esperamos.

Entran los actores vestidos con ropa de calle contemporánea. Mujeres, hombres, chicos y chicas. Sólo resalta un chico rubio de unos 12 o 13 años que lleva un machete en la mano. Todos se sientan en las sillas, cada uno de una forma característica. Miran al frente, más no directamente al público.

De pronto se enciende un letrero de luz neón en el que está escrito: Das Rezept (La receta). Se ponen de pie cuatro actores: dos personajes y sus egos. Hablan por el micrófono, hacia el público, casi no se miran entre ellos. Los egos dicen lo que ellos piensan o hacen, lo que miran del otro que el público no llega a ver.

Con este método se siguen las escenas posteriores. Dos signos más de luz neón se encienden: Die Steinigung (La lapidación) y Der Kindersoldat (El niño soldado). Cada uno es el título de una historia. Un niño que asesina a los padres de una adolescente. La adolescente, Mary, que mata al niño y está siendo juzgada. Una historia de amor frustrado, una mala receta de amor, de los padres de Mary y de su hermana. No se nos sitúa en un espacio ni en un tiempo real.




© Matthias Horn

La escenografía está compuesta por las sillas, los micrófonos, el suelo y algunos objetos como el machete, una máquina para cortar el pelo y una nota de amor. La iluminación, incolora, acompaña la frialdad emocional en la que viven los personajes.

El público aplaudió gustoso, aunque igualmente frío.

Una obra formalmente innovadora tanto en su escritura como en su puesta en escena. A pesar de la frialdad, o tal vez gracias a ella, transmite un mensaje de compasión hacia las nuevas generaciones sin rumbo, lleno de emoción fría, como la que nos rodea en nuestras urbes.

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