Schaubüne 13.09.07
Dirección: Luk Perceval
Con: Thomas Thieme, Bruno Cathomas, André Szymanski, Carola Regnier, Ulrich Hoppe, Christina Geiße, Michael Rastl, Christian Schmidt, Marcus Schinkel
La parte anterior del escenario está cubierta por macetas con árboles, todas las entradas y las salidas se llevarán a cabo a través de este bosque. Entre los árboles y el público quedan cinco secos metros donde sucede la vida de Will sobre un sofá. Frente a él, una televisión.
La vida de Will es desgraciada. No hay comunicación entre él y su esposa, aunque el cariño de ella no se ha perdido. Uno de sus hijos, Biff, de 35 años de edad, depende económicamente del padre. Tiene problemas de habla. El otro hijo, inmaduro y egocéntrico, es vendedor en una tienda de deportes. Sigue el ejemplo del padre, pronto se casará.
Will está cansado, es viejo y no desea continuar viajando por el país buscando compradores. En los últimos meses se ha salido de la carretera en diferentes ocasiones. Ha estado a punto de morir.
Arthur Miller, para contrastar aún más la miseria y la inutilidad del personaje, lo contrasta con “Unkel Robert”, quien ha logrado salir adelante en la vida, con un buen trabajo. Por orgullo y envidia, Will no desea trabajar para él a pesar de que en diferentes momentos le ofrece trabajo.
La puesta en escena no se conforma con los personajes que creó Arthur Miller. Pone en escena tres alegorías: El Sexo (una prostituta con quien Will tiene relaciones), La Muerte (un personaje inmutablemente serio y elegante) y La Locura (un joven vestido de tópico pielrroja que juega con los dos hermanos). Son una opción muy inteligente por parte del director pues crea con ellos un mundo paralelo y simbólico que aclara el mundo mítico del que nace la tragedia milleriana (millenaria.)
El espacio es la materialización de la mente de Will, quien evade y entierra sus problemas en los matorrales. El protagonista ha ido siempre hacia delante, sin pensar en el pasado, sin pensar en las consecuencias de sus actos. Ahora se encuentra con un pasado que le ataca y del que no puede escapar. Ahora les da la espalda y mira el televisor.
No hay fallo en esta puesta en escena. Las interpretaciones, especialmente
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